Msc. Kathia Brenes Herrera
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, aprobada en septiembre de 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, establece una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental de los Estados miembros de las Naciones Unidas que la suscribieron y es considerada la hoja de ruta para el trabajo de la comunidad internacional hasta el año 2030. Los diecisiete objetivos representan un esfuerzo civilizatorio por trabajar de forma conjunta en la construcción de sociedades más igualitarias, inclusivas y menos desiguales desde una visión conjunta donde las políticas de cada país incidan en un mayor bienestar para sus habitantes.
El pasado 11 y 12 de octubre se celebró La 65ª Reunión de la Mesa Directiva de la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, en la sede de CEPAL en Chile, en dicho evento Daniel Titelman de la División de Desarrollo económico de CEPAL indicó que la región latinoamericana tiene un crecimiento económico de 0,8% en este año, para algunos economistas un crecimiento más bajo que el de la llamada década pérdida de los años 80s , previendo además para el año 2024 un crecimiento de 1,5%. Otros datos que me llamaron la atención fueron, el impacto en el mercado laboral donde la mujer entra de manera desigual, dándose una gran presencia de ellas en la informalidad y de baja productividad económica, que por cierto va en aumento, además sobre ellas recae más de 70 % del trabajo no remunerado en los hogares. También se señaló una participación laboral de un 75% hombres y un 51% mujeres, con una desocupación de un 6% hombres y un 10 % en las mujeres. Así las cosas, en nuestra región 1 de cada 3 mujeres no tiene ingresos propios lo que genera mayor vulnerabilidad y dependencia. En Costa Rica un artículo publicado en abril del 2023 por el Estado de la Nación indica que la mayoría de las personas fuera de la fuerza de trabajo son mujeres. El 45% de ellas no pueden trabajar remuneradamente, o al menos buscar activamente un empleo, debido a sus responsabilidades familiares y de cuidado
El ODS 5 señala como meta “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Si bien es cierto hemos alcanzado grandes avances vemos como la participación de las mujeres en los procesos de desarrollo económico y social es altamente desigual, manteniendo las brechas estructurales que impiden una igualdad efectiva en los países de la región. Es imposible avanzar si no se visualiza el empoderamiento y la igualdad como un eje fundamental y un derecho que promueve la participación de las mujeres con iguales condiciones en todos los ámbitos de la vida. Los Objetivos de la Agenda se entrelazan en la base de la igualdad donde todas las mujeres y niñas tengan las mismas oportunidades de vivir en un ambiente libre de todo tipo de violencia, con acceso a la salud, educación, empleo, donde las cargas del trabajo no remunerado y de cuidado sean redistribuidas y reconocidas. Sin el reconocimiento de estos elementos en las agendas de política pública de los países la efectividad de los Objetivos será insuficiente para reducir las brechas estructurales entre hombres y mujeres.
La Agenda 2030 trata de que ninguna persona quede rezagada, pero para ello se deben generar e implementar acciones articuladas con perspectiva de género que reúnan una visión interseccional que permita que las mujeres sean incorporadas en las dinámicas de reactivación económica y que posibiliten la movilidad social de las mujeres y las familias, se trata entonces de dejar el estigma de la pobreza con rostro de mujer. Definitivamente hablar de un desarrollo económico y social basado en los ODS es hablar de un nuevo modelo basado en la igualdad, donde las mujeres tenemos y hemos tenido un rol principal pero donde el escenario y las condiciones deben ponerse en valor, reconocerse y accionar en procura de políticas que realmente incidan en la vida de las mujeres y sus familias.
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