Por Juan José Romero, Epidemiólogo
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Cierta ocasión, estaba en una reunión de trabajo, como invitado. Un joven profesional hacía una exposición un tanto errática sobre un tema del que se suponía sabía mucho, pues era uno de los jefes del proyecto. Al fondo, un viejo maestro, subalterno del joven extraviado, toma la palabra de forma intempestiva y, apelando a la licencia que dan los años, lo reprende y lo invita a callar y a sentarse: “Usted no sabe del juego. Si se va a meter a jugar, y en grandes ligas, debe conocer muy bien el juego, y usted no lo conoce”, le dijo.
El 7 de noviembre, Marta Esquivel anuncia algo que, para variar en esta administración, denominó La Ruta de la Salud. A este punto, vale hacer notar la absoluta ausencia de autonomía de la Caja Costarricense de Seguro Social, encarnada en la gestión de doña Marta. Es solo un brazo ejecutor de una serie de desatinadas políticas que, un día sí y otro también, lo único que logran es debilitar a la Caja y poner en mayor grado de indefensión a la población costarricense en temas de prevención de la enfermedad y, especialmente, su atención.
La dichosa ruta se concentra en atacar las listas de espera desde distintos flancos. Pienso que, hablando específicamente de este problema, lleva razón la parte proponente, pues pretende fortalecer el primer nivel de atención, capacitar al personal existente en todos los ámbitos y niveles, mejorar los sistemas administrativos de las listas de espera, hacer una distribución estratégica de los especialistas existentes y formar nuevos porque ha habido una desbandada de estos hacia un sector privado creciente y atrayente. Hasta este punto, está bien, digamos. De hecho, debo decir que no hay nada de nuevo en la receta y el gremio médico así lo ha afirmado. Digamos que la hoja de ruta ya estaba confeccionada desde hace años. Eso sí, la pandemia y la intempestiva salida de especialistas de la institución han agravado su condición.
Le suma, doña Marta, como medida de corto plazo, una declaratoria de emergencia al tema, para lo cual promete tomar 200 mil millones de colones que tiene la institución por ahí. No estaba tan quebrada, según parece. Parte de ese presupuesto se invertirá en contratar especialistas extranjeros si es necesario, así como a empresas privadas para derivar pacientes hacia allá. Otra parte, se utilizará en la implementación del sistema de copago: uno en el que el paciente en lista de espera, si consigue una platica, puede avanzar en la lista en tanto busque atención privada, para lo cual la Caja le financia entre el 40% y 50% del costo de la atención; eso sí, a precio de la Caja. Pero como el demonio está en los detalles, lo que no dice la proponente, es que los costos de la Caja son marcadamente más bajos que en el sector privado, como ya lo evidenció este mismo periódico, haciendo que, en realidad, para algunos procedimientos, los pacientes deban aportar casi el 85% del costo en el sistema privado. Algo huele mal en Dinamarca. Parece que pocos van a ganar mucho y muchos van a perder más que mucho.
No dice la proponente, porque tal propuesta no proviene del seno de la Junta Directiva, que va a dirigir sus esfuerzos en cobrarle al Gobierno los 3.3 billones de colones que le adeuda a la institución. No, claro: es que somos de los mismos. Mientras tanto, el Gobierno no cumple con el mandato constitucional y los pacientes son los que sufren las consecuencias de la indiferencia, la negligencia y la ignorancia rampante en la cabeza de la institución sobre la que descansa la esperanza de la salud de la gran mayoría de los costarricenses. Cumplir con lo normado no está en ninguna parte de la mentada ruta.
Por otro lado, irónicamente, se paraliza la cartera de inversión en infraestructura que podría ser un mecanismo más que real para mitigar y poner en niveles aceptables las listas de espera. Es que cada persona que no se pueda atender en hospitales fallidos, como los de Cartago o Limón, por decir dos de los principales, deben ser derivados hacia otros que ya tienen sus propias listas. Mientras tanto, absurdos revanchismos y estúpidas e incomprensibles excusas hacen que todo lo andado se tire por la borda y que años de trabajo se pierdan solo porque a alguien se le antoja.
Por si fuera poco, y en complicidad con el Ministerio de Salud, donde otra persona que no sabe del juego, que llegó como improvisada, ejerce de ministra, se deja de trabajar en la atención primaria de la salud de la forma efectiva que se hizo durante años. No es de extrañar que los problemas con la cobertura vacunal sean cada vez mayores o que las enfermedades crónicas casi entren en la categoría de desatendidas, que el dengue y las infecciones respiratorias agudas, tan predecibles, cobren miles de enfermos y no pocas muertes. Mientras tanto, se empuja a las personas, cada vez más, a estilos de vida muy poco saludables, para luego no atenderlos en su enfermedad.
Si algo se requiere para dirigir a la Caja y al Ministerio de Salud, es saber de salud pública. Tengo mis serias dudas de que las señoras Esquivel y Munive sepan, al menos, el abecé del juego en el que se metieron. Por lo pronto, las veo perdiendo por goleada. Lo malo es que son las directoras técnicas de las dos selecciones nacionales más importantes para los costarricenses.
Definitivamente técnicos advenedizos no preparan bien al equipo, ni leen bien los partidos. La calidad no se improvisa, y, como diría don Miguel Cortés en su extinto programa Oro y Grana: “Porque la experiencia no se compra en la pulpería”. Si creen que lo anterior no se circunscribe a salud pública nada más, estaré completamente de acuerdo.
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